¿Qué es ETC?

cajon
Dos pilas doble A, una caja lata transformada en costurero y una regla. Cinta adhesiva, naipes españoles y una bala color plata, en cuya base puede leerse, grabado sobre el metal, 9 mm. Una valerina sin estrenar, gotas para los ojos -vencidas en 2005- y un elemento circular de plástico que nadie podría determinar para qué sirve. Un centímetro, cuatro velas normales y una con forma de 3, sobrante de algún cumpleaños. Dos botones de distintos tamaños y otra bala. Dorada esta última, del doble de largo que la anterior. Y puntiaguda, a diferencia de la otra de punta redondeada.
Lo curioso era que en esa casa nadie tenía armas: solo podía explicar la presencia de esos proyectiles una lejana noción de un bisabuelo que regenteó, tal vez en algún pueblo lindero con la provincia de La Pampa, un almacén donde las municiones formaban parte de la mercadería. O que su hijo, o sea, un abuelo, guardara alguna que otra carabina en su casa, como justificativo de sus trabajos en el campo, aunque poco tenían que ver con la caza y mucho más tenían que ver con comercializar hacienda.
Pero las balas, las únicas dos balas que vi en mi vida hasta hoy, estaban allí, con los botones, las cinco velas, el centímetro, la cinta adhesiva, las pilas, las cartas, el costurero. En el tercer cajón. En el último cajón de los muebles clásicos, donde coexisten los objetos que nada tienen que ver con el de al lado, que no comparten relación entre sí, a excepción de la de tener, todos, alguna historia.
Es en el tercer cajón donde se guardan las cosas que no pueden ir en otro lugar. Las que son difíciles de encasillar, las misceláneas, las que sobran, las que no les importan a nadie hasta que alguien las necesita. Y cuando sucede, cruza un pensamiento breve de confusión por el paradero olvidado de ese objeto en cuestión. Hasta que nos acordamos, o alguien nos hace acordar, que lo que buscamos está ahí: en El Tercer Cajón, entre los naipes españoles, las agujas del costurero de lata mal cerrado, la cinta scotch, una tijera desafilada, los botones sueltos, las mismas velas nuevas por si se corta la luz, la del cumpleaños con un 3 de alguien, el moño verde de un regalo navideño, las gotas para los ojos de una conjuntivitis curada, y las balas que nadie sabe cómo llegaron ahí, etcétera.